Llueve.
Es una prisión.
La prisión más bonita del mundo.
Me ahoga entre recuerdos, entre sensaciones permanentes.
Me persuade con sus cosas, con las miradas que mis ojos lograron captar.
Las manos se me empalidecen conforme los recuerdos llegan, lo único que puedo hacer es apretarlas.
El corazón bombea más sangre de lo normal, siento como pequeños barcos navegan a través de mis venas.
La respiración disminuye, no hay nada que pueda agitarme.
Siento como el piso se hace cada vez mas pequeño, las manos me gotean a costa del sudor.
Entro en pánico, la lluvia se hace cada vez más fuerte.
Nadie a mi alrededor sabe lo que pasa.
¿Quieres saber que pasa?
Llueve en mi cabeza.
Es una marea mental que me lleva a querer tirarme contra el suelo.
Las respuestas están en el techo, hay personas arañando las paredes dentro de mi cabeza.
Hay mucha gente en mi cabeza.
Todas esas personas gritan que la lluvia es fría, que las congela, que las mata.
Personas pequeñas que no saben lo tormentoso qué es tener que escucharlas.
Cierro los ojos y los aprieto con fuerza.
Las uñas se me entierran en la piel, no existe otra persona a mi alrededor.
Los quejidos aumentan, es la batalla final entre la lluvia y las personas.
Me muevo como una enfermo en un loquero.
Contra las paredes, de mi propia cabeza.
Todos callan cuando los truenos se hacen presentes, la prisión toma otra forma.
Más pequeña, mas fría, mas terrorífica.
Al final del pasillo están las llaves de la celda.
Dentro de un vaso con agua.
Dos aspirinas y a dormir.
Pero no es tan fácil salir de mi propia mente.
Con el cuerpo al borde de salir corriendo y explotar contra la pared, nada es fácil.
Aprieto las manos otra vez, la almohada se evapora debajo de mi cabeza.
Vamos aspirinas... vamos aspirinas.
Y de repente, alguien logra saltar a todas las personas, las esquiva, otra idea viene por la salida.
Entre tantas personas, ella corre y busca una llave.
Disparada, contra el pasillo, hecha a correr.
El dolor de cabeza se viene con todo.
La persona está llegando, llega, llega, llega y logra tocar la llave.
No sabe que puerta abrir, escoge la más cercana.
La lluvia se hace aun mas fuerte, pero a ella ya no le importa.
Maldice al mismo tiempo que abre el ultimo cerrojo.
Ha nacido una nota.
Y esto ocurre cuando no hay inspiración.
Obligo a una idea a buscar la salida, la obligo tanto que me duele la cabeza.
A veces no puedo facilitar la salida de los sentimientos, o de las ideas.
Deben buscar la salida de una prisión, a la que le llamo mente.
Una mente que es hermosa, pero me hace prisionera cuando quiere.
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