La historia de un monstruo.
Era peludo, con un color turquesa en la planta de las manos y los pies.
Unos cuernos grandes y curvos saliendo de su cabeza.
Tenía unas pequeñas orejas purpuras y un corazón del tamaño de una sandía.
Era un monstruo que vivía debajo de mi cama.
Cuando corría hacia la cama, sus manos me arrastraban para caer.
¿Que se creía? Nunca pude verlo muy bien.
Pero oía su voz, ronca, poderosa, que hacia que mi cama se meciera de un lado a otro.
-Señor Monstruo, ¿Usted me puede ver? - Preguntaba mientras asomaba mi cabeza para buscarle.
La cama se mecía hacia la derecha. Eso era un si.
-Señor Monstruo, ¿Por que no vive bajo la cama de alguien más? - Un gruñido me indicaba que no quería contestar a mi pregunta.
A veces me rendía y esperaba que sus ronquidos me ayudaran a consiliar el sueño.
Otras veces era tan curiosa que pegaba un brinco para llegar al suelo y rodar debajo de mi cama, pero al hacerlo, nunca podía verlo por completo.
Se esfumaba en un suspiro.
Al llegar de la escuela me dejaba ver su cola llena de escamas color escarlata. Entonces yo reía porque tenía una pelusa en la punta de la cola.
-¡Ven a jugar! - Lo llamaba.
Sus cuernos se asomaban y me dejaba jugar con ellos.
Algo curioso de ese monstruo, es que siempre reparaba mis juguetes, o escondía mi ropa para que me entretuviera buscándola.
Un día mi monstruo desapareció.
Lo llame 55 veces, en ninguna aparecio.
Lo busqué en el estante, en los cajones, en mi closet, pero no había rastro de el.
¿Que sería de mi sin mi amigo?
Me di por vencida, el no volvería jámas.
Entonces crecí.
Me olvide de mi monstruo llamado Lobito.
Me olvide de todas las aventuras que pasamos en el jardín, nunca imagine su rostro.
El era mi amigo imaginario.
Y si, dormía abajo de mi cama.
Lo dibuje no se cuantas veces, y siempre había espacio en el auto para el.
Se me fue en un suspiro.
A veces me pregunto debajo de que cama dormirá ahora...
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