Oliver Espárragos y Mantequilla de la Mancha.

Te recomiendo escuchar mientras lees: http://www.youtube.com/watch?v=1DxTtJ0jM5s Montanita - Ratatat. 

En lo alto de la montaña, donde el sol de ponía a jugar con sus rayos, repartiéndolos en todas direcciones, vivía nuestro aventurero.
El más valiente, el más fuerte, el más inteligente, el más hermoso, bueno, lleno de todas esas cosas que tienen los aventureros.
Se llamaba Oliver Espárragos y Mantequilla de la Mancha.
Tenía una espada hecha de escamas de dragón, con el mango hecho de piel de cola de sirena.
Un escudo forjado por enanos, un corazón hechizado por la bruja del lugar: Doña Luna Llena.

Oliver vivía enamorado de Doña Luna Llena, un conjuro, un mal de amor lo tenía hecho y deshecho por aquella dama de piel blanca, cabello platino y ojos de cristal.
Aquella mujer, que le había jugado una mala pasada a nuestro aventurero, dándole una poción que aseguraba la vida eterna, pero que no era otra cosa más que un conjuro para obtener su corazón.
Doña Luna Llena era una envidiosa, que le robó el corazón, ese corazón que ya tenía dueña.
Blanca Azul de la Laguna, se llamaba la ninfa que habitaba en la laguna turquesa que bañaba el prado de la montaña, única propietaria del corazón de Espárragos.
O eso era, era ella.

Un día, cuando el sol no salio a hacer sus jugarretas, Oliver se apremio del mal clima para salir a corretear un poco la ladera del lado este de la montaña.
Junto su armadura, vendo sus heridas y se fue cuesta abajo en la ladera.
Despistado por todos los mosquitos que se le atravesaban y tapaban sus ojos, no dio a reconocer, que sus pies enredados por la velocidad, estaban a punto de crearle un problema de tamaño colosal.
¿Estaría Oliver dispuesto a encarar la furia del Ogro que dormía en el lado este de la montaña? Un ogro que solo puede despertar 3 veces al año para comer y disfrutar del paisaje rocoso que le acompaña a su morada.
Pero el osado aventurero no se percató de nada, los mosquitos y animalejos le tapaban el rostro por completo.
¡Imagina la velocidad!
Sin ver el paisaje y con los pies enredados, Oliver tropezó, y este tropiezo le hice rodar, hasta toparse con la tambaleante casa del ogro.
No hubiese sido ningún problema, pero el Ogro era una persona -no sé si llamarlo persona, le cambiaremos a criatura - era una criatura de sueño muy ligero.
El tambaleo le despertó y alzando su voz contra el viento grito:
-¿Quién osa despertar al único rey de la montaña? - Oliver ojeo el paisaje, y pensando que sería una buena anécdota para contar, le contesto.
-¡Yo! Oliver Espárragos y Mantequilla de la Mancha he venido a derrocarte de tu puesto. No puedes auto proclamarte de una montaña, está montaña debe pertenecer a un reino, y por supuesto ¡Alguien tan feo y mal humorado no puede ser rey de ningún lado! ¡Menos de una montaña! ¡Es parte del paisaje!.
-¿Que os da valor, pequeña e insignificante pulga? - Dijo el Ogro, asomándose por la puerta de cartón que el mismo había hecho. - ¿Es acaso que estáis retando a tu suerte?
-La reto siempre que puedo, adrenalina pura en cada viaje. - El ogro salió por completo y dejo lucir su escamosa piel grisasea, un taparrabos verde moho, que era más tierra que moho, y unas uñas de los pies totalmente asquerosas a la vista.
-Grotesca criaturilla, deberías andar con más cuidado. - El Ogro tomó a Oliver, y alzándole como si de una piedra se tratase, lo comenzó a aventar de mano en mano.
-¡Os debería dar vergüenza  ¡Con un tamaño colosal y solo puedes tomarme como un juego! ¡Ya verás! - Y pronunciando estás palabras, saco su espada y se la enterró en la mano, justo en el momento donde el descendía del zangoloteo. El Ogro soltó una grosería, y dejandole caer, maldijo el día de nacimiento de Oliver.
El aventurero tomo una cuerda, y zigzagueando, enredo los pies de la criatura, hasta el punto donde era imposible desatar los nudos.
-¿Os parece gracioso ahora? - Gritó Oliver, y tomando un impulso, se abalanzo contra el Ogro, haciéndole caer y llevándose con el su casita hecha de cartón y hojas.
-¡Que valiente que eres! Despiertas a un Ogro que no hacía daño a nadie, y encima lo dejáis caer por la ladera. - El muchacho volteó y se encontró con Doña Luna Llena, tan blanca y esplendorosa como siempre.
-¿Que hacéis acá?
-¡Ha oscurecido! Pero por cabezota no lo habéis notado. ¡Volved a tu casa! ¡Dejad en paz a las personas menos osadas! - Dijo ella amenazante.
-Tu siempre inmiscuyendote en mis asuntos, y tratándome mal. ¡Mira que les he ahorrado un problema a todos los habitantes de la montaña, ese ogro destruía muchas aldeitas! ¡Nunca lo notaste! ¡Tu siempre tan ocupada en ser bella!. - Doña Luna Llena se sonrojo, y bajo del arco de la luna para estar con el.
-¿Me amas? ¿Con todo tu corazón? - Pregunto cubriéndose la mitad de la cara con su vestido.
-Con más que el corazón.
-¿Es por que vos lo quieres así?
-Quizá, no sé. Te amo, pero no es porque yo quiera. -Doña Luna Llena lo tomo entre sus brazos y lo mecio suavemente.
-Algún día me amarás de la manera en la que te amo yo, Oliver. -Sus ojos se cerraron, y en medio de su abrazo, un beso sello el momento.

Sin saber, o sin notarlo, alguien presenciaba aquel momento.
Alguien, a quien tanto amor, le había partido el corazón.



Continuará.







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