Por si algún día escuchas.
El reloj marca la hora de dormir.
El cielo se nubla de poco a poco, y las luces de la calle hacen su danza de encender y apagarse.
Todos con horarios tan distintos, todos tan distintos.
El se sentó en la banqueta y observo todo lo que ocurría a su alrededor.
La gente, los niños que guardaban sus juguetes, los perros callejeros que se acercaban unos a otros para dormir juntos, las señoras que cerraban las ventanas de sus casas, los postes que se encendían, el aroma a cena, a humo de autos, simplemente, el aroma a calle de ciudad.
Encendió un cigarro, comenzó a hacer aros de humo y se sonrió así mismo.
No había sido un buen día, hace mucho que no tenía un buen día.
Todo el tiempo era lo mismo, todo el tiempo hacia lo mismo, el tiempo lo consumía, y el consumía cigarros todo el tiempo.
El tiempo, el tiempo, el tiempo.
El tiempo le enfermaba, y el cigarro lo enfermaba, y la depresión lo enfermaba.
El aseguraba tener una novia, la más callada de todas, pero que nunca lo dejaba solo.
Ironía que su novia fuese Soledad.
Ironía es que nunca estuviese solo porque siempre estaba con Soledad.
Vivía con sus padres, pero ellos trabajaban todo el tiempo. El se decía a si mismo que estar solo era bueno, se convencía que estar solo le ayudaba.
Pero no era así.
Nunca fue así.
La Soledad le enfermaba, el mismo se enfermaba, los cigarros le enfermaban, todo le enfermaba.
Su única cura era algo llamado salir, pero, ¿a dónde? ¿con quién? ¿Salir?
Cuando sales hay mucha gente, y aunque haya mucha gente, muchas de ellas están vacías.
De que sirve conocer gente que está vacía.
De que sirve salir si sigues solo.
De que sirve respirar si no ayudas a nadie con respirar.
¿De que sirve?
Termino su cigarro.
Madre en la puerta, esperándolo para entrar.
Se sonrió nuevamente, se sacudió la tierrilla de los pantalones y entro a casa con mamá.
Mamá en la cocina, el estaba solo nuevamente.
Platicar con mamá, y la soledad estaba presente.
Sentado sobre sus hombros, un diablillo negro como sombra y con una sonrisa malévola se carcajeo.
"Mira que yo nunca te voy a dejar." Y depresión se acomodo aún más en su hombro.
Ahora tenía dos amigos, Soledad y Depresión.
Y eso es algo que la gente no comprende.
"No te puedes sentir solo, siempre tienes a alguien."
Claro que siempre tenemos a alguien, nos tenemos a nosotros mismos.
Pero a veces, nos conocemos tan bien que dejamos de interesarnos.
El no lo soportaba.
Se refugiaba con música, pero música no siempre tenía cosas nuevas para contarle, siempre lo mismo.
Cansado de la monotonía, decidió buscar algo nuevo.
Quizá las nubes lo salvaron, quizá la tarde lo salvo, quizá la luna lo salvo, quizá nunca se salvo.
Quién sabe, nunca se deja de estar solo, la depresión siempre está atrás de ti sonriendote, y soledad nunca te deja solo.
Como siempre diré, Ironía.
Por si algún día me escuchas, Soledad, a ti no te quiero, nunca te quisé, y no te comprendo, nunca lo haré.
Solo comprendo que papá y mamá tienen que trabajar.
Y depresión, a ti que no te escucho siempre, pero cuando lo hago me dejo llevar, te puedes ir mucho al demonio.
Por si algún día me escuchan, háganme el favor de marcharse.
Y si, algún día me obedecen, eternamente se los agradeceré.
El cielo se nubla de poco a poco, y las luces de la calle hacen su danza de encender y apagarse.
Todos con horarios tan distintos, todos tan distintos.
El se sentó en la banqueta y observo todo lo que ocurría a su alrededor.
La gente, los niños que guardaban sus juguetes, los perros callejeros que se acercaban unos a otros para dormir juntos, las señoras que cerraban las ventanas de sus casas, los postes que se encendían, el aroma a cena, a humo de autos, simplemente, el aroma a calle de ciudad.
Encendió un cigarro, comenzó a hacer aros de humo y se sonrió así mismo.
No había sido un buen día, hace mucho que no tenía un buen día.
Todo el tiempo era lo mismo, todo el tiempo hacia lo mismo, el tiempo lo consumía, y el consumía cigarros todo el tiempo.
El tiempo, el tiempo, el tiempo.
El tiempo le enfermaba, y el cigarro lo enfermaba, y la depresión lo enfermaba.
El aseguraba tener una novia, la más callada de todas, pero que nunca lo dejaba solo.
Ironía que su novia fuese Soledad.
Ironía es que nunca estuviese solo porque siempre estaba con Soledad.
Vivía con sus padres, pero ellos trabajaban todo el tiempo. El se decía a si mismo que estar solo era bueno, se convencía que estar solo le ayudaba.
Pero no era así.
Nunca fue así.
La Soledad le enfermaba, el mismo se enfermaba, los cigarros le enfermaban, todo le enfermaba.
Su única cura era algo llamado salir, pero, ¿a dónde? ¿con quién? ¿Salir?
Cuando sales hay mucha gente, y aunque haya mucha gente, muchas de ellas están vacías.
De que sirve conocer gente que está vacía.
De que sirve salir si sigues solo.
De que sirve respirar si no ayudas a nadie con respirar.
¿De que sirve?
Termino su cigarro.
Madre en la puerta, esperándolo para entrar.
Se sonrió nuevamente, se sacudió la tierrilla de los pantalones y entro a casa con mamá.
Mamá en la cocina, el estaba solo nuevamente.
Platicar con mamá, y la soledad estaba presente.
Sentado sobre sus hombros, un diablillo negro como sombra y con una sonrisa malévola se carcajeo.
"Mira que yo nunca te voy a dejar." Y depresión se acomodo aún más en su hombro.
Ahora tenía dos amigos, Soledad y Depresión.
Y eso es algo que la gente no comprende.
"No te puedes sentir solo, siempre tienes a alguien."
Claro que siempre tenemos a alguien, nos tenemos a nosotros mismos.
Pero a veces, nos conocemos tan bien que dejamos de interesarnos.
El no lo soportaba.
Se refugiaba con música, pero música no siempre tenía cosas nuevas para contarle, siempre lo mismo.
Cansado de la monotonía, decidió buscar algo nuevo.
Quizá las nubes lo salvaron, quizá la tarde lo salvo, quizá la luna lo salvo, quizá nunca se salvo.
Quién sabe, nunca se deja de estar solo, la depresión siempre está atrás de ti sonriendote, y soledad nunca te deja solo.
Como siempre diré, Ironía.
Por si algún día me escuchas, Soledad, a ti no te quiero, nunca te quisé, y no te comprendo, nunca lo haré.
Solo comprendo que papá y mamá tienen que trabajar.
Y depresión, a ti que no te escucho siempre, pero cuando lo hago me dejo llevar, te puedes ir mucho al demonio.
Por si algún día me escuchan, háganme el favor de marcharse.
Y si, algún día me obedecen, eternamente se los agradeceré.
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