El hombre de brazos largos.

Esta es la historia del hombre con brazos largos,
tan largos y suaves, como mantel enrollado.
Nació sin ellos, y su madre, la costurera, al verlo triste,
confecciono un par de brazos, tan largos, que colgarse de la luna para usarla de columpio era la cosa más sencilla del mundo.

Creció, tan solo y triste, como crecen los hongos en la esquina del baño.
Sin amigos, sin papá, y al poco tiempo, sin mamá.
Una abuela ausente que solo cocinaba sopa,
un abuelo que lo regañaba cada vez que podía.
No mascotas, no amor.

Y todas las noches, al punto de las 8:30, caminaba hacia la colina,
intentando tocar la luna, alzaba los brazos y los movía como se mueven las hojas con el viento.
"¿Por qué mamá me costuro los brazos tan largos?"
se preguntaba todas las noches, mientras sentado veía las chimeneas de las casas,
con el humo que parece anciano fumando su pipa.

Dejaba caer sus brazos, llorando, se cantaba canciones de mejores tiempos,
de amores verdaderos,
de doncellas con cara y pies de porcelana.

Sus lagrimas resbalaban por toda la extensión de sus extremidades,
y con el nudo en la garganta, descendía de la colina.

Una noche, cuando vagaba por el pueblo, se encontró a una mujer sosteniendo su pecho,
con lagrimas en los ojos, pedía por alguien que tan solo, tan solo por un momento,
le prestará atención, pues su corazón,
se estaba muriendo.

-¡Auxilio, que no soporto el dolor!
¡Auxilio! ¡Que alguien me atienda, por favor!

El joven se acerco, con un caminar desconfiado, y extendiendo su mano, la toco.
-¿Qué le pasa? ¿Por qué llora? -Pregunto.
-¡Mi corazón! ¡Se me ha roto el corazón!
-¿Los corazones se rompen? - Volvió a preguntar, esta vez, halando sus brazos, para dejarlos de arrastrar.
-¡Si! ¡Pero no en el termino literal! ¡El mio si es literal! ¡Me lo acaban de quebrar! 
Sabrá entender, joven, que mi corazón no es normal,
tengo un corazón rarisimo, pues es de cristal.
Me han golpeado tan fuerte, que me duele al palpitar.
-¿Cómo podría ayudarla? Solo mis heridas se remendar. - Le enseño su brazo, que lleno de parches,
sin hacer juego, y sin combinar, el había costurado, hace un tiempo atrás.

La joven se cayo del dolor.
La sangre se esparcía por todo su vestido color canela.
El joven de brazos largos no sabía que hacer, y tomando parte de la tela de sus extremidades,
envolvió su corazón.

-Ahora espere, - le advirtió - necesito hilo, aguja y mucho amor. 

Y corriendo por el pueblo, a una modista encontró.
De vuelta con la joven, comenzó a costurar.
No era tan bueno como se esperaba, pero solo así la podría ayudar.

Al termino de su confección, se encontró con la joven tirada en sus brazos,
que ya no eran tan largos.
-¡Usted me salvo! - Dijo ella con la voz débil. -¡Usted arreglo mi corazón!
¡Muchas gracias! ¡Gracias por la aguja, el hilo, y por el amor!
-¿Amor? - Preguntó - ¡Yo no he puesto nada de amor!
-Claro que lo hizo - contesto ella - envolvio mi corazón en la tela, que con amor costuro.
Con amor y determinación arreglo este corazón de cristal.
Gracias a usted, ya no me duele al palpitar.

El joven, envolviéndola en sus brazos, comenzó a suspirar.
-Yo tengo la tela, tu el corazón.
¿Me permites arreglarlo siempre, cuando tenga alguna imperfección?

Ella sonrió.
Lo abrazo.
Y con una voz suave y cálida contesto:

-Siempre y cuando lo hagas, con hilo, aguja, y amor. 










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