Que se le va a hacer; el y yo.
Y mi mente me repite: El y yo, el y yo, yo y el, el mundo sin mi, el mundo sin ti, por algo tu, por algo yo.
Y yo le digo a mi mente que se callé porque tenerla hablando no funciona, porque las aspirinas no funcionan y porque las cosas que uno intenta a la corta tampoco funcionan.
Últimamente he dicho "Que se la va a hacer" más de la cuenta, que perder la cuenta ya es parte de la rutina.
Entonces entiendo de a poco que rutina no es monotonía y que mi mente dice: El y yo, cuando no hay nada de el, ni un poco de yo en las siguientes conjugaciones de verbos que no tienen ni tendrán sentido.
Escribir ayuda tanto como tomar agua fría con dolor de cabeza.
Ergo, no ayuda en nada.
Y tengo ganas de callar a mi mente con más aspirinas de las que debo tomar, que, ¿cuántas serán? ¿Dos?
No tengo fiebre, sólo debería ser una y por lo mismo sólo tomare una.
El y yo, polainas, polainas.
Yo y el, nunca de los nunca.
Nosotros, no hay lugar para nosotros desde que lugar significa "Hazme un espacio hasta que encuentre algo mejor."
Que se le va a hacer, si para todos algo mejor, es un algo que se vendé en oferta o se subasta por caridad.
Es decir, nunca es algo mejor, es lo más sencillo, lo que se asemeje a ti, pero en barato.
Siempre, siempre, siempre, y por lo mismo, nunca, nada nuevo.
No hay el y yo, no hay yo y el, porque el no es nadie y yo soy alguien, o quizá porque el es alguien y yo soy nadie.
Calamidades y catástrofes monumentales que llevan tu nombre y tu sonrisa.
Ojalá te desaparecieras tan rápido como mi dinero, como mi ropa, tan rápido como terminar de leer un libro que te ha encantado.
Que se le va a hacer, si el y yo es sólo otra frase de muchas que he dicho.
El y yo. Nunca.
Ergo, nunca tu y yo.
Por lo tanto, siempre yo.
Por lo visto, nunca tu.
El dolor de cabeza me está matando... Y no volverte a ver también me mata, y el sueño me mata.
No volverte a ver, pues nunca el, y nunca yo.
Que se le va a hacer... Al final, sigue siendo yo y yo.
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