Pétalos.
Te escribo en pétalos de rosas,
esperando que el viento haga su magia,
y te las lleve en un susurro,
en un suspiro.
Te escribo en las manchas que salpican cualquier flor,
en las peculiaridades que saben poseer,
donde no puedas encontrarlas tan fácilmente,
y que al divagar entre pensamientos, te puedas acordar,
que a pesar de la lejanía,
te escribo en manchas de flores.
Te escribo en las avenidas que cruzan la ciudad,
donde al pasar puedas imaginarte caminando conmigo,
que al cerrar los ojos, el aroma de la vida te inunde tus pulmones,
tus maravillosos pulmones que te hacen respirar.
Te escribo sentada, acostada, de buen humor, y de mal también.
Te escribo a oscuras, a contraluz, encerrada, y abierta.
Te escribo con las manos, con los ojos, con los labios,
con la frente en alto, y agachada también.
Te escribo feliz, te escribo desgraciada, te escribo perdida,
te escribo con ganas.
Te escribo aunque sepa que ya no me lees,
que ya no me piensas.
Te escribo a pesar de saber,
que aunque adorne mis escritos,
tu ya no los vas a querer ver.
Te escribo desde la soledad, donde está el espacio que, inútilmente, espera por ti.
Donde puedo leerme, y en un momento de curiosidad, leerte.
Te escribo desde mi mundo donde todavía estás.
Y aunque ya no seamos calles y avenidas,
ni luz ni oscuridad,
ni blanco ni negro,
te escribo esperando que escribas de vuelta.
Una pista, una pista que me indique que aun me piensas,
sólo para ser miserablemente feliz.
Para no perder la costumbre de ahogarme entre palabras cuando tu recuerdo,
como rayo que me cala hasta la punta de la columna,
me llega de pronto, sin prisa, y sin intención de marcharse.
Y yo decorándome las cicatrices para que no te espantaras.
Viendo mi vida desde la perspectiva donde todo logra estar bien.
Yo que te quería tanto, y te ansiaba tanto,
tanto, tanto, que te escribía en pétalos de rosas,
aun después de espinarme tanto.
Pero no da para más,
que yo sé a ciencia cierta que te seguiré escribiendo,
aún si el recuerdo me deja invalida,
triste, desganada, y marchita,
como los pétalos de las rosas donde aún te escribo,
porque hace mucho que se han despintado,
dejando sólo el recuerdo,
la memoria sobre ellas.
Donde a duras penas se puede leer:
Díganle que respiro,
y que lo extraño más que ayer.
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