Hace mucho tiempo, yo era un gato.

Un gato negro de bigotes largos,
de ojos amarillentos y de garras largas.
De la mala suerte, dicen algunos,
y de retratos que se cuelgan en la pared de un bar medio extraño.
La brujería,
la sal,
los destinatarios sin lugar.
Una carta sin dirección,
hace mucho tiempo, yo era un gato.

Nunca fui empatica,
no sé comprender a los pendejos.
Nunca fui envidiosa,
yo soy la mejor.
Nunca fui igual a nadie,
soy bastante única.
Nunca dependiente,
siempre independiente,
de bigotes largos
y patas almidonadas.
Hace mucho tiempo, yo era un gato.

No tenía impresiones de nada,
todo me daba igual.
No tenía preocupaciones de nada,
alguien se encargaba de mí.
No quería nada de nadie,
ni exigía nada de nadie,
ni era parte de nada ni de nadie.
Hace mucho tiempo, yo era un gato.

Si dormía en mi cama,
bendición,
si dormía en otra cama,
maldición.
Si me cruzaban la mirada,
era mal augurio,
y de malos augurios y de estupideces viven los humanos.
Hace mucho, mucho tiempo, yo era un gato. 

Pero ahora soy una humana,
y soy empatica, porqué también soy pendeja.
Y no soy única, por qué no sé quién soy,
y tengo las manos blancas y las uñas cortas,
y tengo los ojos cafés y el cabello castaño.

Y me quedaron mañas de cuando era un gato,
sigo sin ser envidiosa,
todo me sigue dando igual,
o creo que me da igual,
o no sé si me da igual,
o tal vez se me olvido como se olvidan las cosas.

Y si ahora me cruzan la mirada,
mal augurio.
Y de malos augurios y de estupideces vivimos.

No soy nada de nadie.
No quiero ser nada de nadie.
No me apetece ser nada de nadie.

Hace mucho tiempo yo era un gato,
hace mucho tiempo, yo era algo. 




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