Untitled 15.
Me gustaba sentir el pasto bajo mis pies; sentir, sentir algo, sentir cosquillas, sentir comezón, sólo sentir. Me gustaba que era capaz de sentir.
También me gustaba el sonido de los pájaros; oír, me gustaba oír, oír el viento cuando soplaba muy fuerte.
Me gustaba hacer las cosas de manera distinta, no sé si para ahorrarme tiempo o porque era muy floja para hacer las cosas.
Me gustaba saltar en los charcos, reírme a carcajadas, dibujar en los cristales empañados de los autos.
Y me gustaba la calma que se combinada con lo excéntrico, con lo inusual, con la disciplina del desorden.
Antes de que alguien me cambiara la vida, me gustaban esas cosas.
Aún las disfruto, pero cambie el sentir el pasto bajo los pies por sentir el cielo con las manos. De tocar las nubes y hacerlas mis acuarelas. Sentía el cielo cuando ponía sus manos sobre las mías, sobre mis mejillas, cuando admiraba mis labios y cuando sonreía. Yo sentía amor, sentía un remolino destruyéndome el estomago.
Sentía sus manos, sus labios, sus latidos. Sentía miedo, sentía ansias, sentía el universo entero cuando me decía te quiero. Sentía y sentía todo a tal intensidad que cuando él se fue... Me conforme con sentir el pasto, otra vez.
Cambié los sonidos. Cambié los sonidos por su voz. Por su voz llamándome, pidiéndome, haciéndome, queriéndome. Su voz diciendo mi nombre, gritando mi nombre, riendo con mi nombre. Yo podía escucharlo todo el día. Podía escucharlo decir la misma frase y encontrarle mil formas de descifrarla.
Y es que yo aprendí tanto a su lado, sentí tanto a su lado, quise tanto, anhele tanto, construí tanto, que cuando se fue, me conforme con todo. Y nunca pude dejar de hacerlo. Inconsciente o consciente, no lo sé.
Luego pasa el tiempo, ¿verdad? Pasa el tiempo y te quedas con los recuerdos. Los besas, los abrazas, los desechas, los recibes de vuelta.
Te quedas con las sensaciones y las costumbres.
Te quedas con sus frases y las repites para ti mismo cuando pasa algo y sabes que esa persona las dirías, entonces te ríes, te ríes aunque duela, pero a la vez te sientes dichoso.
Es una forma miserable de estar feliz por haber estado triste.
Ahora que ya no está, vuelvo a sentir el pasto bajo mis pies y busco sentir el cielo con las manos.
Siento la risa brotar de mí y siento a mi boca decir otros nombres.
Y aunque sé que nunca será igual, que jamás será igual, trato de sentirlo.
Porqué jamás fuiste el pasto, ni el cristal empañado, jamás fuiste la risa o el cielo que toque con las manos.
Fuiste el universo y las estrellas que toque con el alma.
Te siento, te siento en el viento y en los labios. Te siento en mis ojos y en mis manos. Te siento cuando no estás y te llevo conmigo, te llevo cuando viajo y cuando regreso.
Te siento, como alguna vez no quise sentirte y como ahora que ya te acepto.
Me gustaba sentir el pasto bajo los pies, porque no sabía que era sentirte más allá del tacto.
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