Qué calma, caray.

Le he enseñado a mi corazón a afrontar las decepciones de una manera ejemplar.
Ahora ya no lloramos; ahora maldecimos, juramos que la próxima vez será mas difícil entregarnos.
Ya no pueden rompernos, aunque pueden intentarlo...
Igual en el proceso nos reímos.

Ahora mi corazón ya no teme decir "sólo como amigo",
o indicarme cuando alguien sólo nos va a cagar la vida.
Ya no le tememos al cambio,
ni a las miradas que insisten en vernos.
Ahora todo se basa en que tanta paciencia y labia tengan para que tengamos la intención
de escuchar dicha labia.

De los errores se aprende,
y hemos aprendido mucho.

Hemos sobrevivido a un par de tormentas;
sobrevivimos cuando papá nos rompió el corazón,
cuando mamá nos rompió el corazón,
cuando él nos rompió el corazón.

Hemos sobrevivido más de lo que puedo recordar.

Y al principio fue nuestra culpa,
enamorarnos de cualquier persona era el inicio de la catástrofe. 
Luego llorábamos y nos culpábamos,
nos decíamos que no más,
pero pasaban dos semanas y estábamos de vuelta al abismo.

Ahora ya no pasa.
Ahora cuesta que alguien nos haga feliz,
que alguien nos parezca maravilloso.

Ahora hace falta más que palabras bonitas y ser el fondo de pantalla de alguien,
que burdo, por cierto.

Ahora tiene que tener algo que impresione,
que nos haga querer atrevernos,
y no es por miedo,
es porque el tiempo que dura la curación de las heridas es largo,
y no todos valen la pena.

No puedes romper un corazón roto,
pero lo puedes intentar,
aunque no funciona con nosotros.
Ya no me pueden romper.

He sobrevivido a más,
e incluso me reí después de ello.

Ya no me puedo enamorar tan fácil,
y ya no sé si es bendición o maldición,
pero que calma, caray.
Que calma. 


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