MC Hormonales: No era tan raro.

Microcuentos hormonales 2

No era tan raro

No era tan rara, como pensaba. Otras personas también tenían días donde ni ellos mismos se entendían... pero hoy, hoy extrañamente no encajaba en ningún lado.
Era como si de pronto, todo el mundo actuara muy normal, o quizá actuaba como debía actuar.

¿Entonces quién era el raro aquí? 

Se asomó por la ventana en el mes de abril porque llovía, y la lluvia siempre te hace sentir que encajas, aunque sea por un momento... porque moja, y cuando moja, moja parejo. Y se imagino respirando, porque los demás también respiran... Entonces ya tenía dos cosas en común con los demás. Recobraba la postura... No era tan rara, como pensaba.

A ella no le gustaban los números, le gustaban las nubes y no pisar las rayas cuando tenía tiempo de sobra en el reloj. Le gustaba analizar las muecas de las personas al caminar. 
Le gustaba que le gustaran cosas que no eran tan usuales, sin querer aparentar que le gustaran las cosas inusuales...
Pero, por ello, a veces no encajaba.
Era como si de pronto todo mundo actuara como dictaba la norma social, y entonces, ella, se quedaba en tercer plano, viendo como una platica podía fluir de forma tan casual.
Eso no era fácil.
Siempre tenía que decir algo que no fuese acorde, o recordar que no podía caminar hacia atrás porque le daba miedo, tanto miedo como cruzar las calles y como estar de copiloto en el auto.


Ella no era tan rara.
A veces se desesperaba por no encontrar quién siguiera sus pasos, o quién le dijera que estaba bien no sentirse parte de la multitud. 

Hasta qué pasó.
Hasta que lo vio.

Caminaba con las manos tapándose la cara, esquivando miradas, correteando de una acera a otra, quitándose a las personas de encima... Y no era porque tuviera miedo, o vergüenza, se veía que lo hacia por diversion. 
Vio como un par de personas se rieron de él y sintió tanta empatía, que temió por el pobre sujeto... pero, después de unos segundos, rio tanto y tan fuerte...
Era tan raro.
Él tampoco encajaba.
La norma moral dictada por la sociedad en la que vivían de seguro que lo tachaba de raro, también.
Y eso que ella nunca escucho decirle que cuando todos hablaban, él recordará que le temía a algo, o que pensaba que los días 9 de casa mes eran días de malos augurios.
No.
Sólo era raro verle correr con los ojos cerrados, con las manos en la cara.

Ella agacha la mirada y observa el suelo bajo sus pies. 
Trata de asimilar lo que pasa con el sujeto, hasta que ve otros pies frente a los de ella.
Siente miedo.
Nunca nadie se le acerca.

Alza la vista, concentrándose únicamente en sus ojos. Un par de ojos distintos a todos los demás. Les sobra chispa, les falta miedo.
Él sonríe, sonríe tanto y sin temor que a ella le da pavor. 
Qué raro que alguien te sonría con tanta facilidad, piensa. Eso no pasaba con ella, jamás... pero, eso no importó.
La toma de las manos, como si supiera que a ella le hace falta algo, y le ayuda a caminar.
Con él, claro, la lleva con él.
No era tan raro.
Se sentía bien.
Encajaba.
¿Por qué encajaba, si simplemente estaban caminando? Pero, no caminaban de frente, caminaban hacia atrás, y no tenía miedo, se sentía bien.
Encajaba.
Así como sus manos, que entrelazadas resplandecían juntas, moldeadas a la perfección para el otro.
¿Cómo es que podían encajar, si ni siquiera hablaban?
Sólo caminaban.
Y la lluvia, la lluvia los mojaba...
Y los dos respiraban.
No era tan raro, después de todo.
Quizá los dos sobraban en ese mundo, quizá los dos estaban hechos para crear otro mundo...
Quién sabe.

No era tan raro,
al fin y al cabo. 






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