Gatos negros.
Por defecto lo que empieza tiene que acabar; cuando lo vi venir, de tanto que sí, que no, esto no daba para más - Ferreira.
Se me quedaron las dudas atoradas en la garganta,
ni a quién preguntarle,
ni a quién querer contarle.
Siempre tiendo a idealizarlo todo,
de tamaños, colores, formas;
incluso tú,
que ya estabas hecho,
hasta te arregle un poco los defectos,
para que fueras de todo,
menos un error.
Te sequé las lagunas mentales,
te limpie y pulí las esquinas para no clavármelas.
Te enseñé quién era en las noches,
cuando tenía la almohada y una dosis de tristeza encima
(también pude enseñarte mi lado ebrio,
mi lado risueño mezclado con alcohol,
pero no corrimos con tanta suerte)
y creo que la suerte se me acabó cuando apareciste tú.
Mal karma,
me dicen los que saben la historia,
otros dicen que lo merezco;
que los gatos negros,
ovejas negras,
todo lo que sea negro
no puede mezclarse con lo blanco,
porque el gris es impuro...
Pero, ah, como resalta cuando se le aplica la luz adecuada.
Así tú,
así yo,
ah, como resaltábamos cuando la luz nos pegaba de frente.
Ah, como ardíamos
de ganas
de sueños
de suerte
mala y buena.
No supe que querías,
nunca.
Tampoco pregunté,
porque a la magia no se le debe cuestionar,
después se vuelve ciencia, leí por ahí.
Lo poco que tuve, que tengo, que guardo,
esas ridiculeces que sólo tú podrías entender,
eso,
no lo escribo,
porque no quiero que nos volvamos ciencia.
No quiero exactitud.
No te dedico
sueños
ni ganas
ni espejos con mensajes borrosos
ni vidrios empañados
ni tardes
ni canciones.
Te dedico ese lado frío de la cama,
el viaje en carretera,
el volver al frío,
volver al calor.
Te dedico la yo que no siente con intensidad,
pero de todas formas se aferra...
Porque soy la sal,
y tú, la herida necia a supurar.
Así,
dos gatos negros de mala suerte que se encuentran,
se aman,
y se dejan ir,
porque ya no pueden soportar tanta desgracia en sus vidas,
en cada una de sus siete vidas,
pero, ah,
como ardíamos,
radiábamos,
con los ojos bien puestos sobre el otro,
los labios relamidos,
y los sueños armándose de a poco...
Pero, lo bueno no me dura,
te llegó la lluvia,
te deslavo,
te quitó la mala suerte,
y te fuiste a crear matices grises con alguien más.
Mala suerte, dicen algunos,
yo me quedo con la idea de que
tú nunca,
yo jamás.
Y qué,
los gatos negros,
no tenemos suerte.
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