27 horas del día

Hoy la abuela me ha preguntado si pienso casarme. Respondí que no. Y es que no me tengo fe en nada que tenga que ver con mantener a alguien a mi lado.
De todos modos, eso te trajo de vuelta. Y no tolero que algo tan ridículo te traiga de vuelta, porque me rompe tanto el corazón buscar tu foto y acariciarte el cabello, como si realmente lo fueses a sentir. Luego acaricio tus mejillas, aunque realmente no lo haga, y termino con pedazos de mi corazón cayendo en el medio de las costillas.
A veces me río de mí misma por la intensidad que ocupo en el tema; me río de esos días donde tu nombre ocupaba mi boca las 27 horas del día, porque a las tres de la mañana para mí, aún había tiempo.
Me rompe volver a pensarte. Me rompe tu foto y la lejanía. Y sobre todo, me rompe que algo tan pequeño disminuya mi ritmo cardiaco; me haga buscar esa canción y me deje acostada, con la almohada entre los brazos, esperando qué, por coincidencia o un deseo muy fuerte que fue escuchado, tu perfume nos impregne.
Es ridículo llevarte a todos lados, aunque deje pedazos tuyos a donde quiera que voy.
Es ridículo extrañar tener ojeras, pero, es que antes de ti, nunca habían valido la pena.
Y hoy, hasta las echo de menos, así como tú me echaste de menos ese día, y cuando lo dijiste, me pareció que esa pequeña frase, era la canción más bonita de todas.
Te conté de mí y de mis planes, te dediqué esa frase que habla de cómo me llenabas las manos de estrellas, de momentos que repetiría mil veces en cámara lenta.
Pero, volvamos al inicio.
Hoy le he dicho a la abuela que hoy no creía en el amor, y es que como creer cuando ya no te tengo. Cuando ya no es tu voz, ni tus ojos, ni tu risa que me cura. No creo en el amor porque ya no me siento tuya, y sé que jamás lo volveré a ser.
Te dije que me gustaban tus ojos, pero me equivoqué, me gustaba la forma en la qué, ante ellos, yo no era invisible.

Hoy la abuela me habló del matrimonio y de cómo debería competir todo lo bello y lo malo con alguien; hoy le dije a la abuela que te tuve que dejar ir, aunque sea mentira, porque en cuanto preguntó "¿y a ti no te gustaría casarte?", lo primero en lo que pensé, fuiste tú. Y cómo te trajo de vuelta tan rápido, me di cuenta que sigues siendo mis 27 horas del día.

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