Desde que no estás
Han pasado muchas cosas desde que no estás.
Regresé viva de Chile, sabes, y creo que te vi en casi todos los lugares a los que fui.
En Pucón había una estructura gigante con forma de corazón donde todos colgaban candados y escribían iniciales, gente que no se quiere separar, al parecer.
Sí, sí escribí tu nombre.
Y sí, espero que lo hayas visto.
Y no, no lloré mucho al hacerlo.
Hay tanto que contarte.
Desde que no estás, voy a acostarme abajo del almendro cuando tengo un mal día... hay flores creciendo, ojalá las puedas ver. Igual y ojalá las puedas oler.
Mamá y papá también te extrañan, siempre nos acordamos de ti (Sobre todo yo, es imposible no contarle a todo el mundo lo maravilloso que fuiste).
Siguen sin darme el carro, y sigo escuchando nuestras canciones. A veces, cuando las canto, puedo imaginarme que estás conmigo, sentados en la banqueta, viendo la tarde pasar como tantas veces lo hicimos.
Ahora no tengo a quien contarle sobre el corazón roto, no de la forma en la que te contaba, porque nadie sabe exactamente como me gustan los abrazos después de llorar (creo que eras el único en saberlo, sin saberlo), pero igual intento hablar más.
Ahora me la paso buscándote en otros perritos. Hoy, por ejemplo, te he visto en los ojos de Otto, son medio naranjas, como los tuyos, y le he abrazado, en la medida que a ti te gustaban los abrazos. Al parecer a él no le gustan así.
También te he visto en el cielo despejado, y te he oído en los truenos (le conté a alguien de nuestras promesas, perdón), y me ha dicho que le has saludado en un cielo despejado hasta la chingada de lejos.
¿Es cierto?
¿Le has dicho hola?
Ojalá que sí.
A veces me faltan ganas de ir a Tapachula sólo de recordar que no estás.
Y de alguna forma, al llegar a casa, es como si pudiera sentirte, echado donde siempre, con la cabeza pegada al suelo. Es una paradoja, sí estás, no físicamente, pero estás.
Tengo que contártelo, a todos los perros les digo hola, ,esperando que hayas reencarnado en alguno.
Hasta el momento, nada.
Sigo pensando es porque realmente no te pareces a nadie.
Ya llegará el día en el que pueda amar a otro perro de la forma en la que te prometí hacerlo siempre.
(Y sí, sí te sigo amando).
He dibujado tu cara mentalmente antes de dormir un par de noches, porque no quiero olvidarla. Quiero ser vieja, y seguir contando nuestras historias. La ida al mar, los paseos por las tardes, la lluvia, los relámpagos, el miedo, los regaños, las risas, los cuentos, la comida, los besos a escondidas para que no me regañaran. Bubba, ¡quiero contarles a todos que de verdad fuiste el perro más increíble del mundo!
Quizás no sabías dar la pata, pero entendías miradas.
Entendías que lo único que necesitaba era acariciarte las orejas.
Entendías que estar era tan sencillo como eso, estar.
Hoy sigo pensando en ti.
Y sigo agradeciéndole al universo que nos tocara ser amigos.
¡Mejores amigos!
No hay forma de explicarte lo agradecida que estoy por todas nuestras aventuras.
Y te tenía que contar algo más,
que es la razón principal de escribirte esto.
Hoy tuve uno de esos días, donde lo único que necesitaba era acariciarte, ¿te acuerdas?
y me he dicho, que voy a terminar esto, cueste lo que cueste, porque es parte de nuestra promesa.
Y ya sabes que yo siempre cumplo mis promesas.
Bubba, sigo sin perdonar del todo a la vida que te quitó de mí, pero estoy aprendiendo a hacerlo. Paso a pasito, un día de estos voy a aceptar que todo tiene un propósito, aunque sigo sin descubrir el porque te fuiste así. Te extraño todos los días, a todas horas, y no conozco sensación más tierna que el saber que a lo mejor tú también me extrañas.
Volverán los días de verano, y bajo la sombra del almendro te volveré a cantar.
Sólo basta que la temporada de lluvia llegue para decirnos te amo todos los días. Cada gota, cada relámpago, cada nube, cada estruendo.
Cuídame bien, como sólo tú sabes hacerlo.
Regresé viva de Chile, sabes, y creo que te vi en casi todos los lugares a los que fui.
En Pucón había una estructura gigante con forma de corazón donde todos colgaban candados y escribían iniciales, gente que no se quiere separar, al parecer.
Sí, sí escribí tu nombre.
Y sí, espero que lo hayas visto.
Y no, no lloré mucho al hacerlo.
Hay tanto que contarte.
Desde que no estás, voy a acostarme abajo del almendro cuando tengo un mal día... hay flores creciendo, ojalá las puedas ver. Igual y ojalá las puedas oler.
Mamá y papá también te extrañan, siempre nos acordamos de ti (Sobre todo yo, es imposible no contarle a todo el mundo lo maravilloso que fuiste).
Siguen sin darme el carro, y sigo escuchando nuestras canciones. A veces, cuando las canto, puedo imaginarme que estás conmigo, sentados en la banqueta, viendo la tarde pasar como tantas veces lo hicimos.
Ahora no tengo a quien contarle sobre el corazón roto, no de la forma en la que te contaba, porque nadie sabe exactamente como me gustan los abrazos después de llorar (creo que eras el único en saberlo, sin saberlo), pero igual intento hablar más.
Ahora me la paso buscándote en otros perritos. Hoy, por ejemplo, te he visto en los ojos de Otto, son medio naranjas, como los tuyos, y le he abrazado, en la medida que a ti te gustaban los abrazos. Al parecer a él no le gustan así.
También te he visto en el cielo despejado, y te he oído en los truenos (le conté a alguien de nuestras promesas, perdón), y me ha dicho que le has saludado en un cielo despejado hasta la chingada de lejos.
¿Es cierto?
¿Le has dicho hola?
Ojalá que sí.
A veces me faltan ganas de ir a Tapachula sólo de recordar que no estás.
Y de alguna forma, al llegar a casa, es como si pudiera sentirte, echado donde siempre, con la cabeza pegada al suelo. Es una paradoja, sí estás, no físicamente, pero estás.
Tengo que contártelo, a todos los perros les digo hola, ,esperando que hayas reencarnado en alguno.
Hasta el momento, nada.
Sigo pensando es porque realmente no te pareces a nadie.
Ya llegará el día en el que pueda amar a otro perro de la forma en la que te prometí hacerlo siempre.
(Y sí, sí te sigo amando).
He dibujado tu cara mentalmente antes de dormir un par de noches, porque no quiero olvidarla. Quiero ser vieja, y seguir contando nuestras historias. La ida al mar, los paseos por las tardes, la lluvia, los relámpagos, el miedo, los regaños, las risas, los cuentos, la comida, los besos a escondidas para que no me regañaran. Bubba, ¡quiero contarles a todos que de verdad fuiste el perro más increíble del mundo!
Quizás no sabías dar la pata, pero entendías miradas.
Entendías que lo único que necesitaba era acariciarte las orejas.
Entendías que estar era tan sencillo como eso, estar.
Hoy sigo pensando en ti.
Y sigo agradeciéndole al universo que nos tocara ser amigos.
¡Mejores amigos!
No hay forma de explicarte lo agradecida que estoy por todas nuestras aventuras.
Y te tenía que contar algo más,
que es la razón principal de escribirte esto.
Hoy tuve uno de esos días, donde lo único que necesitaba era acariciarte, ¿te acuerdas?
y me he dicho, que voy a terminar esto, cueste lo que cueste, porque es parte de nuestra promesa.
Y ya sabes que yo siempre cumplo mis promesas.
Bubba, sigo sin perdonar del todo a la vida que te quitó de mí, pero estoy aprendiendo a hacerlo. Paso a pasito, un día de estos voy a aceptar que todo tiene un propósito, aunque sigo sin descubrir el porque te fuiste así. Te extraño todos los días, a todas horas, y no conozco sensación más tierna que el saber que a lo mejor tú también me extrañas.
Volverán los días de verano, y bajo la sombra del almendro te volveré a cantar.
Sólo basta que la temporada de lluvia llegue para decirnos te amo todos los días. Cada gota, cada relámpago, cada nube, cada estruendo.
Cuídame bien, como sólo tú sabes hacerlo.
And all I know is you are the part of me that keeps me strong.
Eres el amor de mi vida, no importa el tiempo ni la distancia que hay entre la tierra y el cielo.
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