Samarita

tú no lo sabes
pero te vi, un día, salir de casa
y tropezarte en cada esquina.

no le contaste a nadie,
te amarraste una sonrisa a la cara.

en tu risa no se nota
cuando te lleva la chingada,
me aterra cuando piensas
que ese es tu mayor talento.

un día te inundaste con alcohol
porque no sabías cómo explicar
que lo que sentías
ya te había ahogado.

te he tomado de la mano
para intentar entenderte,
pero te cierras, me frenas,
pareciera que me dices que no eres feliz
aún con los ojos brillando de ilusión.

te lo prometiste
en un taxi a la una de la mañana
“nunca, nadie, más”,
pero, a tu corazón
siempre le queda un último pedacito
por romper.

te quisieron mucho antes,
pero, no te sirvió,
no es tan divertido, me dijiste
cuando te acostaste a dormir
pensando en lo roto que su corazón quedó.

te veo, y en el reflejo de tus pupilas dilatadas
sólo veo a alguien,
que se corta el cabello
cuando ya no hay más que cortar;
que usa rímel contra agua
porque sabe que en cualquier momento
se pone a llorar.

¿a quién engañamos,
sí te conozco desde tu primer aliento?

y hoy al colgar la llamada,
la voz que ya conoces,
la voz que te da miedo
te llamó desde el fondo de tu cabeza,
donde todas esas cosas que no dices
se retuercen entre ellas
cómo sanguijuelas qué se alimentan
de las ganas que aún te quedan.

te vi, a las tres de la mañana,
tambalearte hasta llegar a tu cama,
acostarte, y llorar hasta que no hubo más lágrimas
para soltar,
para que al día siguiente tuvieras la emoción
de guardarte otro secreto más.

te conozco tanto,
que me resulta sorprendente,
cuando en medio del caos,
en el ojo de la tormenta,
juegas con el aire entre tus dedos,
y sólo te dejas llevar.

un día todo lo que no te dices
te va a coser la boca,
y verás que vas a extrañar hablar.



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