Tacos de pulpo


Llegaste en el momento donde juré que el año sería enteramente para mi; nada de compromisos, nada de amores, nada de nada. ¡Ah! ¡Pero tenías que sonreír! Y bajé la guardia. 
Tuve miedo, es cierto, no quise que lo notaras. 
No quise que vieras más de lo que quería mostrarte, pero tú, todo lo notas y todo lo ves. Así como yo. 
Indiscutiblemente fue un fracaso, porque al segundo día de vernos, terminamos abrazados sin querer soltarnos, sepa la vida por qué. 
Aunque ahora ya lo sé, ya sé que contigo es.
Y son, precisamente, cosas que no entendía que se podían dar con alguien.
Por ejemplo: el chiste pendejo de los tacos de pulpo.
O, el camino a casa a las dos de la mañana.
Son los chistes internos, y las anécdotas que no le conté a nadie más.
Son las llamadas cuando hay ataques de ansiedad.
Es el desvelo, los cinco minutos, los te amo para siempre, el “sí, sí me quiero casar contigo” aunque los dos hayamos dicho que no, que no creíamos en el matrimonio.
Ah, pero ahora ya quiero, porque es contigo.
Es cierto, el mundo da mil vueltas y la vida gira junto con él, pero qué bonito se siente saber que mañana te voy a querer mucho más, porque quizás mañana me cuentes otra historia que nadie más sabe, o yo te cuente como uno de mis alumnos dijo una palabra correctamente y tú te alegres y me digas que soy la mejor. O tal vez sea que te escuche hablar con tu nueva familia en un idioma nuevo y yo piense que no hay ser humano más inteligente que tú. O puede que nos inventemos otro chiste y los tacos de pulpo pasen a segundo plano.
Quizás sea que contigo todo es mejor.
Y desde que todo es mejor, también quiero ser lo mejor.
Por eso me atrevo.
Por eso deseo con todas mis fuerzas.
Por eso te amo, porque quererte me hace sentir indestructible. Y no sabía que querer a alguien podía hacerte sentir de tal forma. Paradójico que cuando más expuesto estás, más fuerte te sientes. Bueno, yo que sé cómo funcionen este tipo de cosas.
En fin, flaco, no podría pedirle al mundo nada más si ya estamos juntos, porque aunque te rías de la frase, te había esperado toda la vida, cuando al pedirle a las estrellas deseos, deseaba que me llegara alguien como tú: que siempre me quisiera, que no se rindiera, que fuese mi mejor amigo.
Y aquí estás.
Aquí estamos.

Te escribo, como siempre, con el alma llenita de amor. 
Con la sonrisa en mis labios, los que te gustan tanto, y con los pies helados, como siempre, para que no se pierda la costumbre.
No sabes lo feliz que me haces. Y lo bien que me siento desde que tú estás. Qué bueno que estás. Doy tantas gracias porque estés. Todo lo malo que me ha pasado en la vida parece difuminarse en cuanto te escucho decir “mi amor”.
Y lo soy, mi amor,
soy tan tuya como soy de mí,
porque sólo tú podrías cuidarme
cómo me cuido yo.

¿Todo el tiempo juntos?
Sí, todo el tiempo juntos.
Tú, yo, y los tacos de pulpo.

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