Los rencores
Cuando te vi, tomándole la mano como a mí jamás, una tormenta se apoderó de mi estómago, de mi cabeza, de mis piernas flaqueando.
Pensé en todas las veces que tuve que pedir tu mano para cruzar la calle.
Pensé en todas las veces, que al ver la televisión, nunca se te ocurrió tomar mis dedos entre los tuyos.
¿Por qué con ella sí?
Escuché a nuestro circulo cercano sobre ustedes; que no imaginaban verte tan enamorado. Que su historia de amor parece duradera, que qué bueno, que ya te tocaba.
Yo sólo me inundé de preguntas, pero la más importante siguió siendo:
¿por qué con ella sí?
He intentado el amor con otros. Nada que no conozca ya. El patético mensaje de buenos días, el patético beso cuando te pasan a dejar a casa, las manos sudadas tomadas entre sí, hasta que el sudor es mucho y mejor de lejos. Nada nuevo. Pero, tú y ella. De seguro que todas esas primeras veces fueron maravillosas. La primera vez que la besaste de seguro viste estrellas, y conmigo... fue más bien un beso rápido, repentino, interrumpido porque tu celular sonó. Nada que no hubiésemos conocido ya.
Ahora voy entendiendo más.
Pero, no te guardo rencor. No puedo ni podría.
Aprendí a quererte, eso es cierto. Aprendí tus gestos, palabras, frases, horarios, a qué temperatura te gusta el agua para la ducha. Y así como aprendí, así estoy des-aprendiendo. Ya no me pregunto (tanto) si te gustará la película que veré por la tarde. Ya no me pregunto si te seguirías terminando mis cigarros. Ya no me pregunto por qué realmente nunca me quisiste (a veces). Ya no me pregunto por qué no funcionamos (porque esa respuesta ya la sé). Ya no me pregunto si estarás pensando en alguien más mientras me tocas, y yo finjo que eres el mejor, pero realmente los dos...
sabíamos.
y por más que siempre supimos, ninguno se atrevió a decirlo.
Así que ahora lo comprendo.
Ahora sé porque con ella sí. Practicaste lo que sería querer a alguien conmigo, y aunque no funcionó (porque jamás me quisiste) estoy tan feliz por ti.
Tan feliz porque te ves feliz.
Tan feliz porque sé que la amas, mucho.
Tan feliz porque a ella le llenas de girasoles, de nada.
Tan feliz porque la sacas a bailar y no la dejas cuidándote el chupe.
Tan feliz porque ya no eres un ser egoísta con tu tiempo, tus ganas y tus detalles.
Al final sí sirvió de algo el encuentro entre nosotros. Al fin.
No te amo, tampoco te extraño, pero sin rencores.
¿sin rencores?
sin rencores.
Comentarios
Publicar un comentario