Ainoha.

nunca supe despedirme.

es un mal, quizás, que me perseguirá toda la vida.

siempre aprendo a irme, y sé que me despido,

pero de alguna forma, 

siempre me quedo con las personas

en un lugar extraño en mi corazón.


nunca me han gustado las despedidas,

pero admito que no me gustan

porque me duelen de sobremanera, precisamente.

tal vez fue porque crecí con el trauma

de una mano despidiéndose de mi mamá

cuando me sentía obligada a ir a la escuela;

o porque papá se iba de viaje por semanas

y la única forma de tenerlo, era guardar su voz

en mis oídos cuando marcaba.

quizás 

también fue porque me aguantaba las ganas de llorar

cuando mi hermana y yo vivíamos en ciudades diferentes

y en la terminal, yo era la persona más triste.

incluso se me ocurre que puede ser que hasta la fecha,

los primeros 10 minutos del viaje de regreso,

lloro porque ya no veré a mis papás en meses.


nunca he sido buena para las despedidas.

me gusta guardar a mis personas

en el pecho,

y tener sus manos cerca.

me gusta la cercanía,

la facilidad de un "te veo después del trabajo".

me gusta el "¿me puedo quedar a dormir?"

o el "te veo para desayunar",

porque genuinamente 

detesto que la única forma de tener a tus personas

sea a través de una pantalla manchoneada,

con el internet jugándotelas en contra,

y con las ganas de tocarle el cabello a la otra persona.

detesto quedarme estática, con el corazón oprimido

porque no me gusta no poder abrazar,

y por lo tanto, odio las despedidas. 


pero, aquí es donde me rompo

y escribo que no me gustan las despedidas,

porque nunca pensé despedirme de ti.

porque a pesar de que la vida nos orilló un tanto

a despedirnos antes,

cuando ayer solté tu mano, quise regresar en el tiempo

y abrir la primera cerveza contigo

en una casita con paredes naranjas.

ayer, por un momento, quise caminar hacia el que fue tu trabajo,

y emocionarme porque era día de hot dogs y pláticas infinitas.

por un momento, quise apretarme contra tu almohada

y dormir tranquila en tu cama, después de una fiesta.

por un momento, quise llorar, porque nadie más me va a agarrar

la mano para cruzar la calle,

o me va a preparar hot cakes para mi corazón roto.

¿quién se acostará a mi lado, se reirá de algo sumamente imbécil,

y me preguntará que vamos a cenar?

quien más me dirá que soy la persona más random que conoce,

o quien más me quitará las sábanas para taparme después, también.


dime a quién le voy a contar que Taylor Swift fue de mis artistas más escuchadas.


nunca me gustaron las despedidas

porque es guardar las aventuras

y convertirlas en recuerdos.

pero he aquí un secreto,

tengo cada memoria nuestra

escrita en el corazón,

como si fuera un libro el cual releer.

el problema aquí

es que sólo contigo 

aprendí a leer en voz alta,

y te voy a extrañar tanto

que debo dejar de escribir

porque no quiero despedirme de ti. 

pero antes de irme 

sólo voy a recordarte:


donde la vida nos ponga,

y aún con el tránsito infinito de personas,

sigues siendo de mis mejores amigas,

y quizás, incluso

yo siempre fui más fan de ti,

que tú de mí,

y si algún día decides escribir,

por favor,

vuelve a leerme en voz alta,

que a pesar de la distancia,

yo sabré escucharte,

estés 

donde estés. 


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